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A pesar de su escasa sostenibilidad, los llamados superalimentos han inundado en los últimos años nuestro concepto de dieta sana.

Esto es lo que dice la ciencia al respecto.
Las luces inundan ya las calles de nuestras ciudades anunciando que la celebración de la Navidad se acerca. Y, con ella, nos adentramos en la planificación de los platos que llenarán nuestras mesas.

A poco que tratemos de innovar y llevar alimentos saludables a nuestros estómagos, se cruzará en nuestra carta una palabra: los superalimentos.

Aguacate, semillas de chía, espirulina, kale, bimi, bayas de goyi o cúrcuma. Los llamados superalimentos han inundado en los últimos años nuestro concepto de dieta sana.

Hasta hacernos creer que un bol de açaí (asaí, huasaí o azaí en español) por las mañanas tendrá un poder casi milagroso en nuestro organismo. Y compensará los malos hábitos alimenticios.

Aunque los menús de Navidad no son específicamente su nicho, ya que solemos tender hacia recetas más clásicas. Al tratar de innovar nuestro repertorio culinario comienzan a aparecer todo tipo de ingredientes exóticos traídos, en muchos casos, desde el otro extremo del globo.

 

“Podemos obtener los mismos nutrientes que nos aportan los superalimentos con una dieta sana típica mediterránea”

«El nombre superalimento como tal es un nombre de este siglo, tiene unos 10 ó 15 años. Pero en realidad el concepto de superalimento lo manejamos desde hace décadas», explica Jara Pérez Jiménez, nutricionista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Aunque el término superalimento se haya popularizado recientemente en el lenguaje cotidiano. Al remontarnos atrás en el tiempo encontramos muchos alimentos a los que se atribuye un efecto beneficioso en salud , independientemente de cómo fuera el conjunto de la dieta.

«Podemos pensar en superalimentos que se pusieron de moda en otras épocas, como el polen, la jalea real, la lecitina de soja, el vinagre de manzana. O lo que para mí es el ejemplo clásico de superalimento, la miel», explica la nutricionista.

Superalimentos vs. dieta mediterránea

La lista de alimentos comunes con propiedades igualmente beneficiosas, atribuidas a superalimentos, puede ser tan larga como queramos.

Tan solo debemos rastrear los nutrientes de los alimentos para encontrar homólogos igualmente sanos, locales y sostenibles.

«La quinoa es un alimento que podemos incluir en nuestra dieta y sus principales propiedades son aportarnos proteína y fibra. Algo que podemos conseguir a partir de garbanzos», explica Pérez Jiménez.

«También respecto a la sal del Himalaya, que lo que nos aporta fundamentalmente es cloruro sódico, es decir, lo que encontramos en la sal común. En cualquier caso se trata de un alimento a restringir su consumo sea como sal común sea como sal del Himalaya».

Por tanto, dentro de los nutrientes atribuidos a los superalimentos, tenemos la versión tradicional y la versión superalimento. Tanto en alimentos beneficiosos, como la quinoa, como malsanos, como la sal del Himalaya.

«Realmente, podemos obtener los mismos nutrientes que nos aportan los super alimentos con una dieta sana típica mediterránea», señala la experta. Que pone el acento en que lo importante es cumplir esos requisitos de dieta sana.

«Tendemos a vivir de las rentas y pensar que cualquier cosa que comamos aquí consiste en dieta mediterránea».

Por tanto, son alimentos que se pueden incorporar a la dieta habitual, pero «no debemos pensar que van a tener un efecto específico independiente del conjunto de alimentación».

Elementos para la reflexión

El nutricionista Aitor Sánchez, coincide. «El problema es que la gente puede interpretar de forma errónea que los superalimentos que están tomando compensan una mala dieta».

La falta de un control estricto sobre las alegaciones que recorren las publicaciones genera un caos informativo. Que es el caldo de cultivo para atribuir propiedades excepcionales a los superalimentos, según el experto.

Sin embargo, tomar cada día un puñado de kale o un té matcha no repercutirá en nuestra dieta si no va acompañada de un patrón de alimentación general saludable.

«Un océano de lecciones malsanas, donde puntualmente añadamos una gota de algo beneficioso, no va a tener ningún efecto en nuestra salud», afirma Pérez.

Su peso en la sostenibilidad

Además del alto coste de estos alimentos, inaccesibles para un gran porcentaje de consumidores, comer lo que sale de la tierra al otro lado del planeta tiene un alto coste medioambiental.

«Algunos de estos super alimentos tienen orígenes exóticos y nos encontramos con situaciones como lo que está pasando, por ejemplo, con el aceite de coco, qué es un auténtico despropósito», afirma Pérez.

«Estamos ante una grasa que nutricionalmente tiene muy poco interés. Y, sin embargo, nos encontramos con que se está exportando desde latitudes remotas.

Con lo que eso implica en términos de transporte, para finalmente tener un producto que nutricionalmente y medioambientalmente es mucho menos interesante que el aceite de oliva que tenemos aquí».

Quizá desde un punto de vista culinario, de manera puntual, estos ingredientes puedan ser interesantes, pero desde el alimentario no tiene sentido desplazar nuestra alimentación mediterránea.

«El kiwi, el coco o la quinoa pueden ser saludables, pero si los traemos de Nueva Zelanda, Indonesia o Perú tienen un gran impacto ambiental», afirma Sánchez.

La prevención de enfermedades y la salud en general se basa en el conjunto de la dieta. «Aunque no digamos que una ensalada es un super alimento. Va a tener mucha más repercusión un plato de verdura todos los días, una fruta de postre, los frutos secos de merienda, que tomarnos un superalimento de manera esporádica».

Fuente: https://www.osinsa.org/2021/12/24/que-dice-la-ciencia-sobre-los-superalimentos/?fbclid=IwAR1QxYek9isEk0zfPRY82tUvPJ4oO08ekzlRswekahFY9KOWOL22HKkvmpM